A finales de 1974, el padre Vicente Mundina se convirtió en «el cura de las plantas» y consiguió que varias generaciones de españoles se interesaran por el mundo de las flores a través de su magisterio ejercicio desde la pequeña pantalla. Además, impulsó la creación de la Escuela Española de Arte Floral, por la que han pasado más de seis mil alumnos.
Menos conocida, aunque más trascendente, fue la actividad de Vicente Mundina al frente del Hogar Nazaret, del que se hizo cargo en 1961, cuando era uno de los hogares más problemáticos de Auxilio Social. Pocos años después se había transformado en un centro educativo modélico a escala nacional. Mundina dedicó lo mejor de su vida a la educación de varios centenares de muchachos que pasaron por dicho hogar. Para completar las ridículas aportaciones presupuestarias oficiales llevó a cabo una serie de actividades: la puesta en marcha de unos viveros, la introducción del cultivo del champiñón a escala comercial, las cosechas de maíz dulce y okra para surtir al supermercado de la base americana en Torrejón, la cría de patos, conejos y cerdos...
Estas amenas páginas autobiográficas del padre Mundina describen pormenorizadamente estos dos ejes de su vida: la aventura irrepetible del Hogar Nazaret y el mundo de las flores y las plantas, que tan vigorosamente impulsó. Pero también hay capítulos dedicados a una serie de personajes que de una manera especial se han entrelazado con su vida: el cardenal Tarancón, Cesáreo Gabaráin, Antonio María de Oriol, Juan Pablo II, Emilio Butragueño, José Soriano, Pedro Lanzat o Pascual Mundina.
Son éstas unas memorias y unas anécdotas únicas que retratan la calidad humana del padre Mundina, así como toda una época.