El cauce del Ebro, que cruza La Rioja de norte a este, concentra en las amplias márgenes de su curso alto, entre Haro y Logroño, la mayor y mejor producción de los afamados vinos de la Comunidad. Fue precisamente en Haro donde comenzó a fraguarse, a finales del siglo XIX, el desarrollo moderno de las bodegas riojanas, aunque el arraigo del cultivo de la vid en la zona es mucho más antiguo.
El microclima de esta comarca, el abrigo norteño de la sierra de Cantabria y con la protección meridional de los macizos montañosos de las sierras de Cameros y la Demanda, la idoneidad del suelo y la maduradora acción del sol suelen esgrimirse como las principales causas de la excelencia de las uvas que aquí se cultivan. Además, claro está, de una secular habilidad de las gentes riojanas en buena medida adoptadas de la tradición del Mediodía francés.