Las «Memorias de ultratumba» escritas a lo largo de treinta años abarcan casi un siglo de la historia de Francia. En ellas cabe ver los acontecimientos ocurridos bajo las luces declinantes del antiguo régimen en un castillo de Bretaña todavía feudal, hasta los sucesos que se inician al alba de la era democrática y contemporánea. Las «Memorias de ultratumba» son, sin duda, el poema épico de la modernidad, que va del hundimiento de un mundo al que su héroe pertenece por nacimiento («nací noble... y he aprovechado el azar de mi cuna, he conservado ese firme amor por la libertad que pertenece principalmente a la aristocracia, cuya última hora ha sonado»), al nacimiento de otro que le corresponde por su pensamiento y convicciones («demócrata por naturaleza, aristócrata por las costumbres»), alguien cuyos actos pertenecen a la ciudad antigua y los pensamientos a la nueva («los primeros proceden de mi deber; los segundos de mi naturaleza»).
«Me he encontrado entre dos siglos, como la confluencia de dos ríos; me he sumergido en aguas turbulentas, alejándome con pena de la antigua orilla en la que nací, nadando con esperanza hacia una orilla desconocida». Ese lugar social y temporal constituido por la confluencia de dos ríos y localizado entre la pena y la esperanza, desde el que se mira una y otra orilla, es propiamente el de Chateaubriand. Y es también el de su escritura considerada formalmente, tanto porque crea la modernidad romántica francesa, cuanto porque además supera ese mismo movimiento. Baudelaire y Marcel Proust beberán de lleno en él. Punto influyente y equidistante de ambas orillas, que permite continuos paralelismos y simetrías. Lugar inestable circunscrito a una no demarcación histórica y expresiva.