Los secretos y rencores que alberga la mansión
de las hermanas Lacroix, como se la conoce con
respeto en la pequeña ciudad de provincias, encierran
al cabeza de familia en una inmensa soledad.
Sus moradores se refugian, según sus caracteres,
en el misticismo, la especulación filosófica
y artística, y un odio meticulosamente
alimentado, ya sea desde la prepotencia o la debilidad.
La inexorable huida de la generación
joven, o su invasión de los espacios nobles, abocará
a las hermanas a una convivencia relegada
a compartir definitivamente recuerdos y mezquindades
que nunca quisieron olvidar.