La vida de los jóvenes atenienses es dura: viven una existencia de semiesclavitud que se reparte entre trabajar para los adultos y prepararse para los Juegos de la Guerra. Esta competición a muerte fue ideada tiempo atrás por los Consejos de Ancianos de Atenas y Esparta como sustituto de la guerra entre adultos. Quien gana los juegos tiene derecho a imponer sus costumbres a su rival. El problema es que los espartanos llevan diez años seguidos ganando los juegos, y un legado ateniense, enviado a Esparta para investigar la cuestión, desaparece sin dejar rastro. Su hija Elena, acompañada de sus amigos, emprenderá un viaje a lo prohibido en pos de la verdad, la justicia y la abolición de los juegos que los sentencian a muerte cada año.