Tomando ejemplo de lo que los hermanos Grimm hicieron en Alemania, Alexandr Nikoláievich8200;Afanásiev (1826-1871) peinó los pueblos y aldeas rusos para que le contasen los cuentos populares que solo sobrevivían en la memoria de sus habitantes. Relatos fantásticos y misteriosos de brujas y princesas, que durante siglos fueron pasando de padres a hijos, narrados entre los escalofríos de las llamas de la chimenea. Para ilustrarlos, no ha habido nadie mejor que Iván Yákovlevich Bilibin (1876-1942), el gran dibujante que logró fundir el art nouveau con la tradición folclórica de su país. Su línea y sus colores iluminan un universo literario que Luis Alberto de Cuenca ha restaurado minuciosamente, casi artesanalmente, para enriquecer esta edición.