¡Qué suerte la nuestra de tener la maravillosa excusa de recorrer el planeta practicando escalada! Alpinistas y escaladores deportivos compartimos un increíble vínculo que nos motiva a explorar algunos de los paisajes más épicos de la Tierra. Una cosa es ver un país nuevo a más de cien por hora, cómodamente instalado en el asiento de un coche con aire acondicionado, y otra, muy distinta, sumergirte en los matices de la cultura, el espacio y la presencia de un territorio nuevo. Los escaladores soñamos con esos lugares épicos y nos obsesionamos con las pequeñas irregularidades en la roca que hacen que cada escalada sea única. Y el aprendizaje de los detalles requiere de tiempo y paciencia. Afortunadamente, el viaje no termina al ponerse el sol: cuando bajamos del frío de las montañas, esa pasión nuestra compartida nos abre puertas de entrada a muchos lugares, hogares y tiendas de campamentos base, incluso aunque no hablemos la lengua local. Ese es el verdadero regalo que nos brinda la escalada: una excusa para viajar por todo el mundo y conocer a esos nuevos mejores amigos que jamás habríamos imaginado tener.