La educación tradicionalmente se ha centrado en el desarrollo cognitivo, con un olvido generalizado de la dimensión emocional. Sin embargo, la educación tiene que orientarse al pleno desarrollo de la personalidad del alumnado, lo que implica que el desarrollo cognitivo ha de complementarse con el desarrollo emocional. La respuesta a esta necesidad es la educación emocional, que tiene como objetivo un mejor conocimiento de los fenómenos emocionales, el desarrollo de la conciencia emocional, la capacidad para controlar las emociones, fomentar una actitud positiva ante la vida, etc. Las repercusiones de la educación emocional pueden dejarse sentir en la mejora de las relaciones interpersonales, del clima de clase, en el rendimiento académico, etc.