«El prado de Rosinka.» Ese era el nombre con el que los lugareños conocían un pedazo de tierra pantanosa situada en pleno corazón de los Sudetes, en la cual los padres de Gudrun Pausewang hicieron realidad, a principios de los años veinte, el sueño de vivir y dejar vivir, adoptando una vida alternativa en los bosques, aun a costa de grandes privaciones. Allí, en una sólida casa de madera que la pareja construyó sin ayuda de nadie, nacieron Gudrun y sus cinco hermanos. Y allí vivieron hasta que, en 1945, el final de la guerra puso fin abruptamente a su experimento. Treinta años después, Elfriede, la anciana madre de Gudrun, recibe una carta de Michael, un joven que, decidido a seguir sus pasos, busca su consejo02026; Así empieza una relación epistolar en la que Elfriede le relatará su experiencia en el apartado enclave donde emprendieron aquel apasionante viaje en busca de la utopía, la libertad y la independencia.
Una oda al amor por la naturaleza, un alegato a favor de una vida alternativa, ajena a la superficialidad de la modernidad, y un sincero relato que aboga por retornar al origen para emprender, esta vez de forma distinta, la búsqueda de la felicidad.