El rol de la mujer supone uno de los grandes desafíos que han de afrontar todas las religiones hoy, incluido el acceso al sacerdocio, es decir, poder dirigir los cultos. Por ello Yolanda Alba se remonta al pasado más distante para recordar el papel crucial de las mujeres oficiantes en las religiones antiguas (las sacerdotisas) y el de otras ministras del culto en las actuales, a la vez que cuestiona la misoginia existente en confesiones que parecieran no padecerla.
Al igual que otras religiones monoteístas como el judaismo y el islam, algunas ramas del cristianismo permiten la ordenación de mujeres, y éstas alcanzan incluso altas jerarquías. En los primeros siglos de la religión cristiana hubo diaconisas, apóstolas y mujeres oficiantes, hasta que la sacralización de lo que la autora denomina ?kyriarcado? hizo que fueran excluidas del derecho a ser ministras de la iglesia y de impartir sacramentos, subvirtiendo el mensaje de Yehoshúa el rabino (Jesús el Cristo). El galileo predicaba un cambio histórico mediante un revolucionario ideal igualitario, señalando la hipocresía de las jerarquías religiosas. Pero esta larga historia de discriminación de la mujer en la iglesia católica está siendo cuestionada en los últimos tiempos: en algunos países existen ya mujeres ordenadas sacerdotes, o sacerdotas, como muchas quieren denominarse más allá de la idoneidad del término no sexista que levanta interesantes discusiones. Aquí están sus voces. Más allá de la etimología transgresora, la ordenación de las mujeres es un tema muy polémico debatido hoy en el seno de la institución, desde la teología hasta algunas instancias vaticanas.
¿?Sacerdotas?? Definitivamente sí. O mujeres curas, o presbíteras? Y por ende, reverendas y obispas, arzobispas, mujeres cardenales y mujeres papas, y también popes, rabinas, imanas, mulás, dalai-lamas...