Poco antes del suicidio de Alfonso Costafreda en 1974, Carlos Barral, quien por aquel entonces todavía era editor, había preparado la edición de su poemario Suicidios y otras muertes, pero, no bien lo publicó póstumamente, la editorial que él dirigía, Barral Editores, se vio obligada a interrumpir sus actividades, con el inconveniente, entre otros muchos, de que este libro apenas circulara por las librerías. Este y, por supuesto, los demás libros publicados —hoy inencontrables—, así como nueve poemas inéditos de Alfonso Costafreda, quedaron desde entonces a la espera de que otro editor los rescatara y los pusiese de una vez por todas en manos de sus lectores, que, estamos seguros, quedarán deslumbrados por esta obra tan valiosa y tan desconocida. Un año antes de la muerte de Carlos Barral, Antoni Marí, quien co-dirige la serie Nuevos textos sagrados, le pidió que resucitara para nosotros la antigua edición de Suicidios y otras muertes, pero lo que nació de aquel encuentro fue el proyecto de publicar la Poesía completa. Dada la casualidad de que los dos sabían que los profesores Pere Rovira y Jordi Jové preparaban precisamente este espléndido trabajo de rescate y, muy pocos días antes de fallecer en diciembre de 1989, Barral aún pudo ver —y quién sabe si releer— todo este hermoso poemario ya preparado para su publicación.
Otros poetas de su generación expresaron en varias ocasiones, cada uno a su manera, su admiración por la obra de Costafreda : el poeta Jaime Gil de Biedma, por ejemplo, escribió en su libro El pie de la letra : «lo único que importa es concluir manifestando mi admiración y mi respeto por Alfonso Costafreda, que apostó toda su vida a una sola carta : ser poeta» ; otro poeta, José Angel Valente, le dedicó en cierta ocasión estos versos : «Porque morir fue al cabo / el solo modo de vencer la muerte / y no era inútil / la vocación, el fuego o el destino nuestro» ; otro poeta aún, Vicente Aleixandre, Premio Nobel de literatura, escribió un breve y hermoso prólogo a Suicidios y otras muertes que reproducimos en nuestra edición ; y Jaime Ferrán le dedicó en 1981 todo un libro-antología. Podríamos citar a muchos otros para demostrar la necesidad de publicar esta Poesía completa, «exageradamente maldita» (Barral). Era hora, pues, de que esta obra recobrara su «ardiente voz» (Aleixandre), toda la larga vida que merece y no hace sino empezar.