Ercilla realizó el milagro de transmutar en el crisol de su fantasía la tenue materia histórica, de la que fue testigo y parte, en una nueva, más fuerte materia de convincente y duradera realidad: la materia poética. Hacer que las acciones descomunales de los héroes creados por su fantasía encendieran la imaginación de sus lectores hasta el punto de no solamente convencerlos de su realidad, sino de que esta realidad, por más vigorosa, era también más valiosa para la historia que las esforzadas acciones de los hombres de carne y hueso.