En su largo periplo por los países árabes, John Lewis Burckhardt (1784-1817» inicia en abril de 1816, y escapando de la peste que asola El Cairo, su Viaje al Monte Sinaí, «pensando que lo mejor que puedo hacer es refugiarme mientras dure (la peste) en compañía de los beduinos, los cuales entre otras ventajas respecto a los árabes sedentarios, gozan de una absoluta inmunidad. Intentaré avanzar hasta Akaba y bordear la costa del Mar Rojo en dirección de su golfo más oriental que, según creo, nunca vieron los ojos de un viajero europeo».
Durante dos meses recorre Burckhardt una semi-desierta e inhóspita península del Sinaí y, aunque no llega a Akaba propiamente, da minuciosamente noticia a los lectores occidentales de las costumbres de las tribus que transitan por aquellas tierras y de la existencia del Monasterio del Monte Sinaí y de las inscripciones de Wadi Mekatteb. Burckhardt nos cuenta su viaje, no carente de riesgo, con un estilo conciso y objetivo que hace del relato una excelente e interesante muestra de la literatura de viajes, sin dejar, por ello, de ser una novela de aventuras.