Tal vez el hecho de haberse mantenido al margen de escuelas y grupos literarios, por razones de modestia y temperamento, ha privado al venezolano Julio Garmendia (1898-1977) del privilegiado lugar que le corresponde, con toda justicia, en la narrativa hispanoamericana de este siglo. Su obra no tiene antecedentes en la literatura venezolana. Si hubiera que encontrarle un parentesco, su estirpe sería la misma que la de Roberto Arlt, Felisberto Hernández y Jorge Luis Borges. Pero, en cualquier caso, a Garmendia debe reconocérsele como el iniciador del realismo fantástico en las letras hispanoamericanas, pues "La tienda de muñecos" es anterior en algunos años a la borgiana "Historia universal de la infamia".
En sus relatos, Garmendia posee el don de la ironía genuina, descubre lo extraño y absurdo de la vida y también de las palabras de los hombres, y alcanza de raíz las desventuras del ser humano, que contempla con piedad. En sus cuentos coexisten dos realidades, dos historias estrechamente relacionadas: una directa, explícita, que remite a la otra, sugerida, permitiendo al lector ejercer su libertad imaginativa frente a un exquisito juego verbal con dos niveles de significados.
"La tienda de muñecos" y "La tuna de oro" son los dos únicos textos narrativos que Garmendia publicó en vida, pero han bastado para situarlo en la cumbre de las letras venezolanas.