Mi dedicación a un libro en prosa que de alguna forma recordase acontecimientos de mi vida, era urgida por amigos, estudiosos y algún editor, desde hace tres o cuatro años. También yo, acaso acicateado por sus demandas, me planteé a lo largo de ese tiempo algunas evocaciones, pero casi siempre tomaban otro rumbo cuyo destino era un poema.
En 1984, en Roma, imaginé un libro stendhaliano de ?paseos? por la ciudad, y hasta empecé un par de capítulos. Mas, interesado por otros temas, lo dejé. Poco después, en Venezia, pensé que podía narrar mis reflexiones sobre determinados matices de la ciudad, pero diversas circunstancias impidieron llevarlo a cabo. En mi cabeza, sin embargo, fue pertrechándose el sueño de un libro que evocaría imágenes de mi vida y de lo que en ella me impresionara. Pero cada vez que metía el papel en la máquina me quedaba mirándolo indefinidamente sin que idea alguna acudiera a mí.
Viviendo en Venezia durante el Otoño e Invierno de 1986 me decidí a emprender el libro. Trabajé mucho en él, alternándolo con dos poemas para El escudo de Aquiles, reuniendo motivos, buscando en mí mismo. Al regresar a España leí lo acumulado y me pareció banal, y lo destruí ?no conservo jamás sino lo que dejo a la publicación-, aunque, supongo, ya había impregnado mi memoria.
El 23 de marzo de este año iba yo por una calle de Cartagena, exactamente la llamada Honda, a la altura de unas peregrinas ruinas romanas que allí se encuentran, cuando de pronto una imagen me iluminó: ?Los techos eran altos?.? Regresé a Villa Gracia y empecé a escribir. Terminé el libro el 9 de abril, de madrugada. Fue una redacción enfebrecida que no podía abandonar. Me he limitado a dejar fluir mis recuerdos a su gusto.
J. M. Á