Esa contra-cultura, en su origen específica e íntegramente cristiana, que fue la cultura monástica medieval, despertó, resucitó y promovió una Europa que las invasiones bárbaras habían casi aniquilado. en todos los ámbitos, empezando, como es lógico, por el de la piedad y de las prácticas, impulsada por una fe de sorprendente intensidad, labró en profundidad y fertilizó las tierras abandonadas de todo cultivo, del alma y de la civilización occidental. multiforme, omnipresente, fertemente motivada, no existe campo donde no haya dejado su huella, ni una provincia o región donde monumentos de una indecible belleza o sus ruinas, esas cicatrices de la Historia, no atestigüen su ferviente presencia. Profunda, original y fuertemente estrucutrada, la cultura monástica benedictina ha respondido durante siglos de manera directa y a la vez íntima, a las preguntas y a los problemas de hombre occidental, marcandolo para siempre.