Es el presente libro de ética filosófica. Subrayo las dos palabras. Ética, porque no constituye una «fuga» a la metafísica, una evasión de los genuinos problemas éticos: filosofía, porque rechaza con energía la disolución de la filosofía moral en teología moral o moral cristiana. En cuanto a lo primero, reconozco que la filosofía es unitaria y que su parcelación en diferentes disciplinas tiene mucho de convencional. Creo que cada cual tiene derecho -cuando no deber- a acotar el área de investigación. Yo la he acotado no sólo hacia atrás, mas también hacia delante, hacia la abertura de la ética a la religión. Es verdad que cabría «repetir» otra vez el objeto de esta investigación, ahora desde la nueva «formalidad» o «luz» religiosa velada. Sí, pero eso sería ya moral cristiana y no ética filosófica. Pero el profesor de filosofía lo es, constitutivamente, in partibus infidelium, lo es moviéndose precisamente en esa realidad «natural» . Por tanto, no puede partir de la religión, aunque sí puede -y eso es lo que yo he hecho aquí- «llegar» a ella, mostrar su acceso a ella. Con lo que acabo de decir se enlaza la última observación que, sobre el contenido de la obra, quiero hacer. Este libro, por ser filosófico, es de moral pensada. Sin embargo, he procurado mantenerlo siempre muy abierto a la moral vivida, religiosa o secularizada, minoritaria o social, personal o usual. Creo que este «empirismo», sobre todo si se conjuga con el principal de una fundamentación antropológica y psicológica positiva, es de una importancia capital.