Una cierta dama, sorprendida por un acontecimiento que no había previsto, me decía un día: "De haber sabido que iba a hacerse famoso, nunca hubiera tirado sus cartas a la basura."
Desde 1904, el Duque de Guiche venía guardando las cartas que le enviaba Marcel Proust.
Cuando el creador de los Guermantes, consciente del éxito de su obra, súbitamente convertida en universal, eligió para burlarse de su fama -y a la vez para compartirla- a uno de sus "Guermantes", era poco ya lo que le quedaba de vida, no más de un año para gozar de su dolorosa gloria literaria; y todo lleva a pensar que él lo sabía. Hijo y hermano de médicos como era, debía conocer su hora más o menos. Desde 1919 -año en que comienza su celebridad, y aumenta su enfermedad- hasta 1923 -el año de su muerte-, Proust podrá disponer apenas de tres años para ganarse la estima intelectual de sus amigos y para divertirse con el asombro que a repentina erupción de su genio llegó a provocar en sus contemporáneos. Esta es la razón de que, desde la primera a la última de sus cartas y dedicatorias al Duque de Guiche, la curva de su escalada resulte tan evidente. Desde el momento mismo en que empieza a cobrar conciencia de su fama, es a Guiche ante todo a quien desea advertir y confirmar en su elección, ya que fue él uno de los primeros que descubrió al Proust "desconocido", estableciendo estrechos lazos de amistad con aquel joven oscuro de los años 1898-1900.