Bajo el culo del sapo, la primera novela de Tibor Fischer —a quien nuestros lectores ya conocen bien gracias a Filosofía a mano armada (Andanzas 306)—, lo tuvo difícil antes de publicarse en Gran Bretaña en 1992: ¡había sido enviada —sin éxito— a cincuenta y ocho editoriales de lengua inglesa! Ahora bien, apenas salió a la luz en una pequeña editorial de Edimburgo, no sólo arrancó a Salman Rushdie la siguiente exclamación: «Una fina joya tragicómica», sino que obtuvo el prestigioso Betty Trask Award, quedó finalista en el no menos célebre Booker Prize en 1993 y su autor fue incluido en la lista de los mejores jóvenes novelistas de los últimos años por la exclusiva revista Granta. Así de azarosa es a veces la vida literaria de ciertos grandes novelistas…
Estar «bajo el culo del sapo» equivale para los húngaros a nuestro vulgar «estar jodido». Y jodidos van a estar los húngaros Gyuri y Pataki en vísperas del año 1956. Hasta entonces las cosas no les habían ido del todo mal. Amigos inseparables desde 1944, cuando, aún jóvenes soldados, se dedicaban a saquear lo que los nazis no se habían llevado, viajan por toda la nación formando parte de un equipo de baloncesto con tres únicos objetivos: los placeres del sexo, la holgazanería y la subversión de las normas del estado comunista. En su desaforada picaresca conoceremos a una galería de personajes pintorescos, como Ladányi, el jesuita de apetito pantagruélico, el obrero Tamás, que duerme en la fábrica o en casa de sus conquistas, o Makkai, profesor de inglés y su maloliente inquilino. Pero, un buen día, las calles se llenan de gente alborotada: ¿será porque Hungría ha perdido un partido de fútbol o porque los tanques soviéticos van a volver a ocupar la ciudad?
Desde Estado Unidos, John Updike también alentó la lectura de esta «comedia negra», como la llama su propio autor, escribiendo: «Un notable retrato de Hungría entre 1944 y 1956, trazado con gran seguridad».