Caminando invariablemente desde Oriente hacia el lugar por donde el Sol desaparece en el horizonte, el pueblo gitano recorre desde ¿siempre? las cicatrices del planeta. Casi ningún occidental sabe que los gitanos proceden de modo principal de tres migraciones que tuvieron India como punto de partida, la mas reciente de las cuales se inició tras la decapitación de Prithviraj Chauhan, último rey hindú de Delhi.
Los historiadores han cometido durante siglos el error de creer que podrían encontrar en las talegas de la erudición universitaria los orígenes de la forja histórica de este pueblo, así como las razones de su vagar. Cuando dieron con datos que no encajaban en el rompecabezas de sus teorías preconcebidas o tenían, para verificarlos in situ, que abandonar la comodidad de sus despachos para desplazarse a otro continente o a un inhóspito arrabal, los ignoraron sistemáticamente. Los políticos, por su parte, estuvieron -y siguen convencidos de su definitiva asimilación o reducción a pulpa entre las tenazas del mundo moderno es mera cuestión de tiempo. Sin embargo, el pueblo gitano, que rescató de la furia del mar a José de Arimatea y María Magdalena, leyó el porvenir de los reyes de Bizancio, tocó el laúd para los sátrapas persas, puso en jaque al califa de Bagdad, ofició como embajador del Preste Juan y guerreó bajo estandartes de Vlad Dracul, jamás desaparecerá, porque su destino está escrito en aquellas páginas en que los historiadores jamás han leído las estrellas.
Esta apasionante obra, escrita a caballo entre España e India, es el testimonio de un gitano nacido en el meridiano geográfico de esta inconclusa migración, que ha querido cantar la historia sagrada y el camino de redención andado por su pueblo.