Con precisión, diríase, de relojero, el jovencísimo Christophe Bataille ha escrito una maravillosa novela que, con un lenguaje austero y a la vez cargado de resonancias, transporta al lector a una realidad onírica y enigmática, al mundo del pasado y de los sueños de la infancia. Saludado por la crítica francesa como uno de los grandes acontecimientos literarios de los últimos años, El maestro de las horas es una fábula magistral —una reflexión sobre el hombre y el Tiempo— que avanza, como los cuentos de antaño, en medio de nieblas y misterios.
El tiempo parece haberse detenido en un pequeño reino cuya existencia, a espaldas del Atlántico, languidece durante el siglo XVII. El duque Gonzagues domina desde su palacio la arracimada ciudad, envuelta en una bruma eterna. Indiferente a sus súbditos, hastiado de las fiestas cortesanas y de las jóvenes sobre las que ejerce el derecho de pernada, el duque se aburre. Sólo sus doscientos dieciocho relojes le hacen sentirse vivo. De ahí que el relojero encargado de ajustarlos y de darles cuerda, verdadero dueño del Tiempo, ocupe un puesto eminente en su corte. La llegada de Arturo, relojero polaco, brinda al duque la oportunidad de iniciar una profunda aunque misteriosa amistad. Juntos recorren de noche los desiertos salones del palacio para reajustar los relojes. La vida continúa, Arturo se casa, y tiene una hermosa hija... Pero una historia de ensueño puede convertirse en una pesadilla cuando el tiempo y la fatalidad comienzan a tejer sutiles tramas.