El accidente de trabajo es motivo de un amplio y continuo esfuerzo de prevención. Diversas instituciones y una extensa legislación no consiguen, sin embargo, hacerlo desaparecer. No son las consideraciones sobre la integridad física del ser humano que trabaja las que recorren la discusión sobre la prevención de la accidentalidad. Los costes que la accidentalidad supone, el absentismo que provoca y, en definitiva, la reducción de la eficacia son los grandes argumentos contra la accidentalidad. En su doble condición de fenómeno negativo y a la vez irremediable, el accidente de trabajo emerge como un síntoma. A través de él se percibe que la racionalidad económica es el principio constitutivo de las relaciones sociales en el mundo moderno.