Unos dos mil de los lideres más destacados del mundo de los negocios y de la política —entre ellos Bill Gates, el presidente de Brasil y los directores de los bancos de Hong Kong y Shanghai— emprendieron, una vez más, el camino a Davos (Suiza) para asistir al 27 encuentro anual del Foro Económico Mundial. Llevaban consigo una gran cantidad de buenas intenciones y el 70 por cien de las demostraciones de autocomplacencia que se producen a diario en el mundo entero.
Esta vez, en la lista de periodistas invitados estaba Lewis Lapham, un escritor bien conocido por sus no siempre halagadores retratos de las clases más ricas de Estados Unidos. El cuadro mucho más amplio de la plutocracia mundial reunida al pie de un macizo conocido por Thomas Mann como la Montaña mágica donde se debaten anualmente los misterios de la creación capitalista, permitió a Lapham dar rienda suelta a su gran talento de narrador y a su cáustico y corrosivo sentido del humor.
Para introducirnos en el ambiente de este verdadero thriller de la economía mundial que se escenifica cada año, Lapham nos relata cómo políticos, magnates del petróleo, nuevos ricos de Rusia, jefes de tribus africanas y representantes del gran capital occidental venden y compran fondos y subvenciones, se sobornan mutuamente en privado o en público, se adulan, se insultan con cortesía y se ríen de las torpezas de los demás.
Al cabo de cinco días, Lapham comprendió que los amos del mercado y de los imperios comerciales saben tan poco de los posibles movimientos de la economía global como los camareros que les sirven los pasteles de cereza, el aguardiente de ciruela y los fondues de queso.