En la primavera pasada, cuando publicamos El Sueño de la Historia (Andanzas 407), coincidiendo con la celebración de la entrega del Premio Cervantes 1999 a Jorge Edwards, teníamos la certeza de que era no sólo su novela cumbre, sino una obra mayor de la literatura en lengua española. Con El peso de la noche, su primera novela publicada en 1965, iniciamos la recuperación de una parte aún dispersa de su obra anterior.
De la mano de Francisco, un adolescente que descubre el sexo y la llamada irrecuperable de la literatura, y que se rebela contra los valores familiares y las enseñanzas de los jesuitas, y de Joaquín, su tío, que arrastra el estigma del descarriado e inadaptado y vive al margen de todos, el narrador nos introduce en el microcosmos de una poderosa familia, un retrato vivísimo de la corte de hermanos y sirvientes, de empleados y amigos, presidida, como una gran matrona, por la señora Cristina. La historia independiente de Francisco y Joaquín nos habla de los esfuerzos por escapar de las rigideces de clase y de los valores que representa, de los remordimientos y debilidades, las hipocresías y los sentimiento largamente reprimidos, de la atracción por los bajos fondos y la importancia de la noche, tal vez la clave que mantiene «el orden social en Chile».