Altos niveles de corrupción limitan la inversión y el desarrollo y conducen a un gobierno ineficaz. Aunque la corrupción es un fenómeno mundial, los países en vías de desarrollo, y aquellos que están realizando una transición a partir del socialismo están especialmente expuestos a ella. La corrupción crea ineficacia y desigualdades económicas, pero es posible realizar las reformas necesarias para conseguir la reducción de los beneficios materiales procedentes de los sobornos. La corrupción no es, sin embargo, sólo un problema económico; también está entretejida con la política. Las reformas pueden exigir cambios tanto en las estructuras de las diversas Constituciones como en la relación subyacente que existe entre el mercado y el Estado. Sin embargo, una reforma eficaz no puede producirse a menos que la comunidad internacional y los dirigentes políticos nacionales apoyen el cambio. No existe un solo modelo de reforma, pero el objetivo primordial de toda reforma debería ser reducir los beneficios que se obtienen de pagar y de recibir sobornos, y no simplemente apartar las "manzanas podridas".