Muy pocos cuadros, menos de cuarenta, son atribuidos con certeza a Vermeer. Cada uno de ellos es una perfecta reflexión sobre la luz, el color y el espacio. Profundamente original, Vermeer se inscribe, no obstante, en la tradición pictórica holandesa que combina el realismo con la representación de la perspectiva y los efectos de óptica.