Cuando le diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer, la esposa de Aaron Alterra era una mujer de ochenta años, activa y vital, que estaba preparándose para dar un concierto de violoncelo. El diagnóstico confirmó lo que Alterra ya sospechaba. Durante meses se habían sucedido una serie de pequeñas pero turbadoras señales: dudas al realizar tareas que antes hacía de forma automática, como conducir o cocinar; olvido de los nombres de sus nietos; incertidumbre respecto a las acciones más cotidianas... Alterra decidió convertirse en el cuidador de Stella y se embarcó en un curso intensivo de autoaprendizaje para adoptar un papel que debió cambiar muchas veces conforme la enfermedad progresaba.
Mirando atrás, Alterra comprendió que había perdido un tiempo muy valioso al no dar importancia a los primeros síntomas y pensó en escribir un libro que ayudara a otros a no cometer sus mismos errores. A pesar de ser un famoso escritor de ficción, con experiencia en la descripción de escenas y en las formas narrativas, se encontró escribiendo la historia de su largo viaje con Stella y de la vida que ahora llevan. Así, no presenta su labor de “cuidador” como un episodio trágico, sino como una fase más dentro de una relación de convivencia. Aunque convivir con el Alzheimer es indudablemente duro, Alterra no deja lugar a la desesperación y su lúcido y reflexivo relato no acaba convirtiéndose tanto en un relato lúgubre como en una historia de amor. El resultado es un libro cautivador que será de gran ayuda para cualquiera que esté preocupado por la perspectiva de compartir el destino de Alterra.