«Cuando la escribió, Mendoza era un muchacho de veintitantos años. (…) apareció en el firmamento literario como el cometa Halley: no venía de ningún lugar conocido, nadie sabía adónde se dirigía, y sin embargo marcaba una dirección. Orientaba. Y esa estela ha perdurado hasta el día de hoy.
(…) Pistoleros, psicópatas, caballeros de industria, industriales sin un gramo de caballerosidad, comisarios, prostitutas, periodistas… la abigarrada atmósfera animal de la novela, utiliza con un desparpajo que sólo puede ser juvenil los recursos del folletín y del cómic. (…) Lo admirable es que el relato fluye con la naturalidad de una sonata de Mozart. Y en eso consiste el arte.»
FÉLIX DE AZÚA