Mediante extensos monólogos de los personajes, Márai vuelve una vez más a sumergirse en el vacío y la soledad del alma humana, confrontándola con una sociedad que se moderniza y toma un rumbo incómodo para las clases burguesas europeas.
El último expediente llegado al escritorio de Kristóf Kömives, juez en la Budapest de entreguerras, es el divorcio de los Greiner. Un caso más, excepto que el nombre de soltera de la mujer, Anna Fazekas, hace perder al magistrado su inmutable serenidad. El alegre desparpajo de la juventud, un paseo por el lago, una mirada arrebatadora: la evocación de aquellos instantes fugaces basta para perturbar, tantos años después, el sosiego de su intachable vida burguesa. Y cuando el señor Greiner se presenta en su casa con la noticia de la muerte de su mujer, Kristóf no puede contener el aluvión de sentimientos encontrados que inundan su espíritu.
Durante el transcurso de una noche, Kristóf asumirá el doble papel de acusado y testigo de la confesión de Greiner, que al desgranar la historia de su matrimonio evidenciará el abismo que separa a los dos hombres: por un lado, el burgués que renunció a la emoción de lo desconocido para perpetuar los sólidos valores de una clase social asentada y autocomplaciente, y por otro, el joven advenedizo que, por conquistar a una mujer que le estaba vedada, se entregó a una existencia erigida sobre la impostura y encorsetada en unos cánones ajenos a su persona.
La crítica ha dicho...
«[Márai es ] un verdadero artista, capaz de sondear el alma humana y de captar las preguntas definitivas que nos conciernen, aquellas que no se pueden zanjar con una respuesta.»
El Cultural