El K2 -punto culminante de los montes Karakorum al norte de Cachemira y segundo pico del mundo- es por su difícil y peligrosa ascensión el mayor reto de la élite del montañismo. Mil trescientas personas han alcanzado la cumbre del Everest, pero sólo ciento ochenta y tres hombres y cinco mujeres, veintiuno de los cuales no regresaron, la cima del K2 desde su conquista en 1954.
Heidi Howkins fue una de las pocas mujeres que intentó llegar a la cumbre en 1998. Dos años después, volvería a intentarlo sin porteadores ni suplemento de oxígeno --una hazaña lograda por muy pocos escaladores--. Y aunque conocía mejor que nadie los riesgos, nunca imaginó lo que le esperaba en lo alto de las mortíferas paredes del K2.
Pocos años antes, la muerte de Alison Hargreaves en el K2 había desatado un alud de controversias a propósito de la responsabilidad de ser madre y el 'deber' de una alpinista de rango internacional. Howkins, madre también, relata aquí su experiencia personal, una reflexión magistralmente articulada sobre el riesgo, la gratificación y la responsabilidad que esta ascensión implicaba.