En 1851, Londres, al organizar su exposición universal se convierte en reflejo de la aplastante superioridad del Reino Unido. La metrópolis imperial que es Londres extiende sus tentáculos en todas direcciones: su puerto, el mayor del mundo, aporta calor y exotismo a la ciudad de la niebla; sus calles reúnen todos los vicios, desde juegos hasta la prostitución y la droga; fascina a escritores y artistas, atrae a delincuencia y el creimen, a pesar de estar dominada por un conjunto de valores puritanos que dan nombre a ese período de la historia inglesa. Londres es, sin duda alguna, la ciudad donde caben todos los contrastes, la sociedad " dual " por excelencia.