La figura de Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.), orador, político, filósofo, constituye, sin lugar a dudas, una de las más relevantes de cuantas nos haya legado la Antigüedad clásica. Nacido en el seno de una familia perteneciente a la nobleza local de Arpino, recibió una formación completa y esmerada. Gracias a su brillante oratoria, se convirtió rápidamente en un reputado abogado y, a pesar de no pertenecer al orden senatorial, inició una fulgurante carrera política que alcanzó su cima al ser nombrado cónsul en el año 63 a.C., cuando se impuso a Lucio Sergio Catilina, perteneciente a la facción de los populares y que se había postulado en diferentes ocasiones al consulado sin éxito. La única forma de llegar al poder era, pues, a través de métodos ilegítimos que incluían el asesinato de Marco Tulio Cicerón. Éste, sin embargo, fue alertado de tales planes y pudo salvarse. El 8 de noviembre del 63 a. C. Cicerón pronunciaba ante el Senado su primera Catilinaria («¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?»), que obligaría a Catilina a abandonar la ciudad. Los tres discursos restantes, pronunciados entre noviembre y diciembre de ese mismo año, pretendían informar al Senado de los planes del conjurador y presentarse como salvador de la República romana. Estas Catilinarias constituyen, pues, un documento excepcional de uno de los episodios más conocidos de nuestra historia antigua. «Marco Tulio Cicerón es el escritor romano de época clásica del que mayor cantidad de escritos se han podido leer en los veinte largos siglos que han seguido a su muerte. También es el autor latino antiguo que más influencia filosófica y literaria ha proyectado sobre su posteridad». Antonio Fontán