Maurizio Fabbri ha observado que, en la obra de Blasco, La araña negra es una novela de transición entre el lirismo de raíz romántica y el realismo, con el atractivo que le confiere la concurrencia de otros subgéneros novelescos (negro, policiaco, histórico, de aventuras, erótico...). El resultado es "una vasta y articulada novela popular, apasionante, tumultuosa, escandalosa, veleidosa, moralizante y didáctica, que ha sabido atraer a multitud de lectores no sólo españoles y no sólo proletarios y semiaculturados". De la extraordinaria resonancia que La araña negra tuvo en las clases populares valencianas dejó testimonio Just Gimeno al evocar las veladas invernales de lectura familiar en los hogares republicanos, con la mujer y los hijos reunidos alrededor del lector, entre interrupciones que se aprovechaban para apostillar el relato con vivos comentarios. El propio Pío Baroja, vecino de Valencia en 1892, recordaba la novedad publicitaria de este folletín cuyo título se estampaba en las piedras de las calles, mediante un sello grande de hierro entintado en azul.