El lunes al amanecer, un joven se presenta en comisaría empapado de sangre de pies a cabeza. «Todos están muertos», balbucea, y acto seguido se desmaya. El análisis de su ropa revela que la sangre pertenece a tres personas como mínimo. ¿Se encuentran ante una víctima más, el superviviente de una matanza? Pero entonces, ¿por qué guarda silencio cuando recupera el conocimiento? Cabe otra posibilidad: que se trate del asesino. Sin embargo, su entorno lo define como un chico dócil, incapaz de matar una mosca. ¿Quién es en realidad Lucas Torres?
Milo Malart, policía judicial de los Mossos, se enfrenta a un caso particularmente cruel y complejo. En una ciudad convulsa, sumido en una extraña sensación de irrealidad, está dispuesto a resolverlo, aunque le suponga un alto coste personal.
Los personajes de Dócil van en busca de un anhelo ?el amor, el amor correspondido? como última tabla de salvación para no naufragar. Aferrados a esta ilusión como única esperanza, mendigan por una ensoñación tan efímera como pueril, un espejismo alimentado por el miedo a la soledad. Y todo por unos instantes de aliento, fugaces, demasiado escasos para fertilizar un sentido. Especialmente cuando puede significar la muerte. O algo peor: el terror absoluto.