Javier Preciado narra en primera persona el que tal vez sea su reportaje más comprometido; el rescate de Sara. Con tan solo ocho años, Sara es arrancada de los brazos de su madre, Leticia, y de su casa en pleno corazón de la sierra de Madrid, y llevada con engaños hasta Basora, la ciudad iraquí que vive en esos momentos uno de los capítulos más cruentos de su historia. El secuestrador no es otro que su propio padre.
En principio se trataba tan solo de averiguar dónde estaba Sara y devolverla a su país. Javier no esperaba encontrarse con la angustia de una niña cuya mirada tuvo que soportar gritos, muertes, llantos y bombas en un mundo extraño y desconocido. Esto provocó que el reportero hiciera suya la angustia tanto de una madre desesperada como la de una niña abandonada en el infierno.
A partir de ese momento, empieza una carrera sin aliento para Leticia y Javier: reuniones con el Gobierno y la oposición españoles, pactos con mafias terroristas iraquíes, contactos con visionarios, con princesas kuwaitíes, con mercenarios sin escrúpulos. Todo para llegar hasta Sara, que desconocía que su madre y un periodista eran detenidos en el aeropuerto de Damasco, tiroteados en las carreteras iraquíes, custodiados en una cuartel del ejército o escoltados por los geos en Bagdad.