Fernando Royuela, con esta novela, alcanza su consagración como narrador y pone en circulación una verdadera crónica sentimental que se alza sobre la mera nostalgia de lo perdido.
«¿De qué sustancia puede estar hecha la vida salvo de recuerdos?»
El Rey levanta su mano desde la popa de su yate para responder al saludo de dos niñas que están en la orilla. Unos pasos más atrás, el padre de las niñas, a través de las páginas de esta novela, echa mano a sus recuerdos.
Un verano, en un balneario verde y húmedo de Galicia, el protagonista atraviesa su propio rito de iniciación que, como no puede ser de otra manera, despliega misterio, sexo y asombro, para cerrar un ciclo con el vértigo de lo que vendrá y la melancolía de aquello que, definitivamente, fue.
Entre las bambalinas que arropan a un emisario aristócrata, que tendrá a mal escuchar por boca de un ministro de Franco que Don Juan ya no será Rey y bajo el mismo cielo que vio a la Apolo XI alcanzar la Luna, el protagonista, vivirá su propia instauración en la vida y, el país, un camino de no retorno que abriría las puertas a la transición.