Llegado a la mediana edad, el personaje que habla en estos poemas ensaya una suerte de recapitulación indirecta, un balance no deliberado de su juventud. Un tanto inconsciente de sí mismo, el protagonista deambula por un mundo fatigado, por un tiempo espiritualmente pobre, y de ese movimiento introvertido nace una meditación en la que se solapan tiempos y espacios, incluido el futuro remoto, inconcebible, insinuado en el título. Con buen humor y desenfado, a la busca de cierta trascendencia sin solemnidad, pretendiendo hablar de lo sublime que nos ocurre pero interpretándolo sin afectación, los poemas de Diez mil cien despliegan una melancolía sin nostalgia, una memoria sin rencor, un “canto a mí mismo” en el que el yo individual quiere importar muy poco. Con una épica modesta, callejera y como de segunda mano, con cultura secreta, con una ironía natural que no es hiriente pero que puede llegar a flirtear con la vulgaridad calculada, en Diez mil cien la poesía de Juan Marqués toma impulso y da un salto cualitativo, un decidido paso adelante desde un registro más lacónico y cauteloso hacia el poema de largo aliento, más temerario queambicioso, levantando algo así como un diario en verso.