En vista del gran éxito cosechado por El sabueso de los Baskerville –una nueva aventura de Holmes que no necesitaba explicar su muerte en el último relato (“El problema final”), pues refería un caso anterior–, la revista norteamericana Collier’s Weekly ofreció a Conan Doyle una sustanciosa suma por resucitar «de verdad» a Sherlock Holmes.
En septiembre de 1903 Conan Doyle había escrito ya ocho relatos y la revista anunció para el mes siguiente la publicación de la nueva colección con el título de El regreso de Sherlock Holmes. Finalmente el volumen quedó compuesto por trece aventuras, cuatro de las cuales se encontraban, según Doyle, entre las diez mejores del genial detective. En la primera, “La casa desocupada”, Holmes relata con todo detalle a Watson su prolongada ausencia entre el 4 de mayo de 1891 (fecha de su presunta muerte en las cataratas de Reichenbach) y su inesperada aparición en Londres, disfrazado de extraño coleccionista de libros. El autor se ve obligado a «justificar» la desaparición de Holmes recurriendo a un largo viaje de dos años por el Tíbet, Persia, La Meca, Jartum y Montpellier.
Una característica de estas nuevas historias es su mayor teatralidad: la acción descrita transcurre en una serie de escenas vigorosas y llenas de vida, el diálogo es a menudo brillante y la resolución de cada caso extremadamente dramática. Doyle coloca a Holmes en el centro del relato y consigue que el personaje sea más relevante que la trama. Más que grandes relatos detectivescos, estos son relatos acerca de un gran detective.