El ser humano es, en realidad, un proyecto. No es sólo lo que es, sino lo que puede llegar a ser. Es un aprendiz, que necesita aprender pronto y mucho para llegar a crear. Es más, su naturaleza biológica le permite imaginar lo que nunca ha sido y expresarlo a través del lenguaje, del arte y de la cultura. No es sólo capaz de crear símbolos y modos de conducta, sino que, además, los puede transmitir. Se distinguen de los otros animales no sólo por su capacidad de aprender y de transmitir su saber, sino también por la necesidad y los <> de aprendizaje cultural que debe llevar a cabo para vivir. Pero él solo no puede aprender cuanto necesita, precisa de la socialización y la educación. La socialización tiene como posibilidad ideal que, desde su condición biológica, el ser humano logre ser como <> (lo social) por la adquisición de unos modos de conducta culturales que le proporcionen abrigo y protección. La educación es una tarea más ambiciosa: tiene como ideal que el educando llegue no ya a ser como los otros, sino a ser sí mismo. Abrirle a la libertad que supone el distanciamiento de lo biólogo y lo social para adentrarse en lo esencial del anthropos. Para ello, necesita de la educación: un proceso de perfeccionamiento que dura toda la vida y que es, a su vez, generador de cultura. La clave antropológica-educativa se resuelve así, en una imagen representada por una intersección de círculos que convergen en una superposición interactiva de naturaleza humana, educación y cultura.