Enrique Gil Calvo ofrece un diagnóstico de la escalada de conflictividad que pervierte nuestra esfera pública, cada vez más hundida en el fango del juego sucio.
España sufre una enfermedad política cuyo peor síntoma es el exceso de crispación, una patología que provoca en los ciudadanos anticuerpos de rechazo, desconfianza y absentismo. ¿Cuál es el origen de este mal y qué agentes infecciosos lo contagian? ¿Existen síndromes análogos en los países de nuestro entorno? ¿Hay esperanzas de curación?
Enrique Gil Calvo ofrece un diagnóstico de la escalada de conflictividad que pervierte nuestra esfera pública, cada vez más hundida en el fango del juego sucio. Para ello esboza un retrato de la situación con sus reglas informales de juego, observa el escenario mediático cuestionando la responsabilidad de la prensa, en teoría independiente pero partidista en la práctica, y desentraña la estructura del sistema político en demanda de reformas que pudieran mejorar las cosas. El autor rastrea los antecedentes históricos de la crispación a partir de las fracturas sin cerrar heredadas del franquismo y la Guerra Civil, y apunta al centro de la cuestión al preguntarse por las segundas intenciones que ocultan los políticos españoles al extremar su crispación. Por último, busca una salida cívica al irrespirable clima de confrontación política, que deberá incluir a todas las partes implicadas pero cuyo protagonismo colectivo pertenece necesariamente a la ciudadanía española.