Tras las guerras napoleónicas, los viajeros románticos "redescubrieron" España, ofreciéndonos una visión misteriosa, primitiva y exótica del país, sobre todo de Andalucía. PROSPER MÉRIMÉE (1803-1870) contribuyó decisivamente a fijar esa visión de España con la creación de CARMEN, la cigarrera gitana, mitad ángel, mitad demonio, poseedora de una belleza tan ideal como lasciva. Publicada en forma de libro en 1847, la historia de José Navarro, un soldado ejemplar, serio y cumplidor que acaba convirtiéndose en desertor, bandolero y asesino a causa de la inexorable pasión que Carmen le inspira, expresa a la perfección la fatalidad del deseo amoroso y la pulsión autodestructiva que conlleva. La temprana popularización de la obra a través de la ópera homónima de Georges Bizet y el hecho de que, posteriormente, se haya adaptado al cine en numerosas ocasiones demuestra la pertenencia de Carmen al terreno del mito. En la medida en que todo mito o arquetipo es susceptible de diferentes lecturas a lo largo del tiempo, la criatura que el misógino Mérimée consideró "mujer fatal" puede hoy interpretarse, según apunta Alicia Mariño Espuelas en su sugerente prólogo, como símbolo de la libertad y como encarnación de la mujer dueña de sí misma y de su propio destino.