Edward Gorey, nacido en Chicago en 1925 y recientemente desaparecido,
en abril de 2000, ha sido, sin lugar a dudas, uno de los autores e ilustradores
norteamericanos más personales, originales e interesantes de la
segunda parte del siglo xx. Paradigma de lo macabro y de lo bizarro, es
autor de un centenar de libros ilustrados e ilustrador de otros sesenta.
Autodidacta y excéntrico -vivió la mayor parte de su
vida completamente solo, rodeado de sus gatos, libros y discos, y cultivando
su gran pasión por el ballet-, Edward Gorey comenzó trabajando
como director artístico en la editorial neoyorquina Doubleday y
dedicando las noches a trabajar con gran empeño en sus propios libros.
No obstante, debido al rechazo de los editores, que consideraban escandaloso
el chocante y absurdo humor negro de sus obras, hubo de fundar su propia
editorial, Fantod Press, y hasta distribuir y vender sus propios libros
ilustrados. Su primera y peculiar mininovela, The Unstrung Harp
(El arpa no encontrada) apareció en 1953. A ella le seguirían
The
Listing Attic (El desván del listado, 1954) y The Object
Lesson (El ejemplo práctico, 1958). Sin embargo, sus creaciones
no alcanzaron al gran público hasta que en 1972 la editorial Putnam
publicó la antología que hoy presentamos, Amphigorey,
cuyo éxito propició la aparición posterior de otros
dos excelentes recopilatorios: Amphigorey Too (1974) y Amphigorey
Also (1983), y elevó a su autor a la categoría de ilustrador
de culto.
Para definir los dibujos y las historias de Gorey podríamos remitir
al lector a una tradición de ilustradores irrepetibles entre los
que estarían sin duda Odilon Redon, Arthur Rackham, Alfred Kubin,
Roland Topor, o, más recientemente, Tim Burton.