Alfred de Musset (París, 1810-1857) desoyó las advertencias de su familia e inició su carrera literaria más atraído por la vida mundana que por los cenáculos de escritores ya que concebía la literatura como una brillante experiencia de sociedad. Su tempestuosa y extenuante relación con George Sand, continuamente interrumpida y reanudada, se descubre en La confesión de un hijo del siglo (1836): Octave anticipa su propia destrucción ya que en él, como en los personajes centrales de Rolla y Lorenzaccio, el placer es punto de partida de su aniquilamiento y fundamento de una elección existencial. La vida de los personajes de Musset es tan seductora y efímera como su escritura, desvinculada de compromisos morales y políticos pero sujeta a la emotividad de las palabras y las fantasías.
En La confesión de un hijo del siglo, Octave, escéptico y desconfiado por un episodio amoroso desgraciado y años de disipación, conoce a Brigitte Pierson, una mujer mayor que él, sensible y devota. Después de poco tiempo de amor e incapaz de vivir la felicidad alcanzada, Octave duda de los sentimientos de Brigitte y la atormenta recelando deslices. Una y otra vez, él se arrepiente de su perversidad y es perdonado por Brigitte. Finalmente, Octave sospecha que ella está enamorada de un tal Smith, hombre honesto y modesto, e intenta asesinarla, pero Brigitte lo detiene y, en un momento de generosidad, él la deja marchar.