A primera vista París puede parecer una ciudad ordenada y disciplinada porque despliega ante el visitante todos sus majestuosos monumentos, pero en realidad es una ciudad muy compleja cuya belleza tiene muchas facetas. Junto a los grandes espacios abiertos, hay rincones pintorescos como Saint-Germain-des-Prés, Le Marais o Montmartre, en los que de repente te topas con una romántica placita escalonada, o con una atrevida escultura moderna que compite desafiante con una obra maestra medieval.
París es un crisol de ideas vanguardistas tanto en el campo del arte como de la moda, la arquitectura, la cocina, la política o la sociología. Vivir en medio de este estallido creativo es muy estimulante, pero también gusta retirarme y disfrutar de la tranquilidad del mediodía en los jardines del Palais-Royal, en el corazón de la ciudad, o de un paseo por el río al atardecer, cuando los parisinos se olvidan del ajetreo de toda la jornada y se entregan a la diversión. Son los momentos de máxima animación de la ciudad.
París es orden, armonía, belleza, elegancia... Resultado de una atrevida planificación urbanística que consiguió casar con éxito la tradición y la innovación, cosechando a veces efectos sorprendentes, como, por ejemplo, la pirámide de cristal construida delante del Louvre.
París también es pasión, poderío e interesante actividad cultural.
Pero sobre todo, es la capital de la buena vida: es lo mejor de la cocina francesa, con su tentadora selección de especialidades gastronómicas de todo el mundo; es el atractivo mundo de la moda y la alta costura y es animada vida nocturna.