El interés por la actualidad y su repercusión y trascendencia en el devenir histórico de su país es una constante a lo largo de la trayectoria literaria de Dostoievski. En "El idiota" se recogen los problemas más palpitantes de una época crucial y determinante en el futuro de todo un pueblo. Una época con un acelerado afán por enriquecerse aprovechando las nuevas oportunidades que había traído la coyuntura económica, en la que el enorme valor que se le atribuía al dinero en la conciencia de personas pertenecientes a todo tipo de estamentos ponía de manifiesto un estado de parálisis y estancamiento, en el que primaba la necesidad material y el egoísmo sin unas bases morales.
A un mundo de intereses y de codicia, de oscuras y destructivas pasiones, de individualismos y de egoísmo, el príncipe Myshkin no responde con un llamamiento a la acción, su naturaleza reside en el amor, en la humildad, en la mansedumbre y resignación, en la misericordia y compasión. Su inocencia, su fe y su ingenuidad no le impiden, sin embargo, ser una persona perspicaz, capaz de vislumbrar los movimientos más fugaces del alma. Todos estos rasgos le convierten a los ojos del resto de personajes de la novela en un ser extraño, diferente, a menudo ridículo, aquejado, además, de una grave enfermedad nerviosa, por lo que pocos son los personajes en la obra que se resisten ante la tentación de llamarle "idiota".