Bajo lo que se conoce como «música clásica» se esconden siglos de historias sobre búsquedas, hallazgos y revoluciones sonoras fascinantes. Acercarse a ellas desde una escucha despreocupada ofrece la posibilidad de pasear sin rumbo, dejarse llevar y disfrutar de caminos que conducen a lugares desconocidos y maravillosos. Sin embargo, desarrollar un tipo de escucha más concreta que busque responder a la pregunta de cómo funciona la música puede abrir una enorme puerta que permita disfrutarla de una manera completamente nueva. Los compositores son arquitectos que proyectan, diseñan y construyen sus obras utilizando sonidos y silencios. Para ello, han tenido que concebir una técnica que les permita aprovechar al máximo las posibilidades expresivas de sus materiales y así poder crear su propio lenguaje. Para procesar completamente la información de ese mensaje sonoro y disfrutarla en su totalidad, los interlocutores, los oyentes, necesitan aguzar el oído: aprender a escuchar de forma activa y atenta para reconocer los elementos rítmicos, melódicos y armónicos de cada música y examinar los aspectos relacionados con su textura, color y forma.