Las mafias del siglo XXI han dejado de ser esa especie de sectas hechas de violencia, tradici?ón, omertà?, incluso folclore, como ocurr?ía en un pasado aún reciente, para transformarse en sujeto econó?mico y pol?ítico, parte integrante de otros poderes, materia de derecho y geopol?ítica. Han variado fisonomí?a, ritos y comportamientos, sujetos a la evoluci?ón del paso del tiempo, manteni?éndose fieles, sin embargo, a aquellas ra?cíes de su naturaleza inmutables a cualquier cambio: la patologí?a del poder y la acumulaci?ón, la intimidaci?ón, el desprecio por la legalidad, el atropello de los derechos. En el marco de la globalizaci?ón econ?ómica, el mé?todo mafioso se ha universalizado, diluy?éndose en la atmó?sfera de legalidad devaluada dominante como un elemento estructural m?ás, y la nueva delincuencia organizada se presenta con modalidades, estrategias y apoyos muy diferentes en relaci?ón con el pasado, benefici?ándose de la inexistencia en muchos pa?íses de respuestas adecuadas en el á?mbito de las legislaciones y del derecho penal. En la actualidad, cuando las actividades predatorias se han difundido má?s allá? del perí?metro tradicional de los "estafadores habituales" y establecer fronteras entre las organizaciones criminales tradicionales y la nueva criminalidad del siglo XXI es cada vez má?s dif?ícil, la visi?ón y el aná?lisis del crimen organizado deben ampliarse, creando una nueva y superior categor?ía que equipare y fusione las viejas expresiones del mundo criminal y la criminalidad de los cuellos blancos, la de los especuladores que en un principio no guardaban relaci?ón con é?l.