El autor de este ensayo tiene una enfermedad en la mirada. Es incapaz de reconocer las caras y recordar los espacios. Camina y las avenidas se retuercen sin llevar a ningún sitio. Pasea y la memoria colapsa ante las plazuelas, los callejones y los parterres. Para él, la ciudad es un laberinto que se renueva a sus espaldas. Cuando se gira, ya es otra. Su desconfianza hacia lo que cree haber visto le obliga a leer lo urbano con una lucidez burbujeante. Los problemas de la ciudad emergen entre las constantes remodelaciones, el turismo y la nostalgia castiza. Juan Gallego Benot inaugura aquí un tipo de flâneur en el que la ciudad recorrida carece de forma permanente. En su ausencia, la narración y la poesía vienen a ocupar el lugar de las imágenes. Estas páginas dicen recorrer Londres, Sevilla o Madrid, pero en realidad erigen su propia urbe. Un lugar levantado con inteligencia, atención y lenguaje.