La memoria es una de nuestras facultades más misteriosas: contiene siempre más de lo que nuestra conciencia alumbra, es fidedigna e infiel a partes iguales, nunca informa por sí misma de lo que en ella es recepción o más bien reconstrucción nuestra.
En estas páginas San Agustín nos desvela todas sus paradojas, así como el enorme potencial que tiene para nuestro conocimiento de sí y del mundo.
Enseña también a que no nos extraviemos como consecuencia de sus fluctuaciones y habituales añagazas, y a que, por el contrario, seamos capaces de enderezarla en el camino cierto, que no es otro que el de la conversión, pues solo cree verdaderamente quien verdaderamente ha caído.