Boecio sintetiza lo mejor de las tres tradiciones que se entrecruzan en su desdichada biografía: la vocación política de los romanos, la infatigable búsqueda de la sabiduría de los griegos, el ansia de trascendencia y redención del cristianismo.
Este soberbio mestizaje –del que hoy parece evaporarse incluso el recuerdo– su pluma lo convierte en una filosofía severa, precisa, sincera, que tiene su centro en las preocupaciones mundanas, pero no por ello insignificantes, de los hombres.
El de la fortuna es, sin duda, un problema antiguo, una inquietud que retorna una y otra vez. Pero Boecio, vicario de la filosofía, encuentra la forma de limarlo de aristas y ofrecer a sus contemporáneos –los de entonces y los de hoy– un método de feliz coexistencia con sus designios.
Leer a Boecio es un excepcional consuelo para todos los que sufren por los endemoniados giros de la fortuna.